- En los últimos años hemos adaptado y modernizado esta técnica a las condiciones cambiantes de la pesca y comercialización del atún rojo
Todos los años, cuando llegan las últimas semanas de abril, el equipo que trabaja en nuestras almadrabas ubicadas en España, Marruecos y Portugal comienza a preparar los barcos y materiales. Anclas, cables, boyas, redes, instalaciones y embarcaciones se ponen a punto para recoger los atunes rojos a su paso por el Estrecho en su búsqueda de las aguas mediterráneas.
La captura tiene lugar desde mayo hasta finales de junio. Para ello, se colocan estratégicamente un laberinto de grandes redes verticales y sin arrastre en la que los atunes rojos quedan atrapados. De esta manera, los Thunnus thynnus son dirigidos hasta el ‘cuadrado’, la parte central de la almadraba, que a su vez se divide en cuatro cubículos por los que va pasando el pescado: cámara, buche, bordonal y copo. Una vez ahí, se produce la ‘levantá’, en las que nuestros buzos se encargan de extraer uno a uno los ejemplares.
Este complejo sistema de pesca tiene más de 3.000 años de antigüedad. Las primeras evidencias de su práctica se asocian a los fenicios, aunque fueron los romanos los que consolidaron su fama por todo el Mediterráneo, convirtiéndose en uno de los principales sustentos económicos para muchas familias.
En los últimos años, este arte de pesca milenario, del que somos especialistas, ha experimentado muchos cambios. Las condiciones variantes de la pesca y comercialización del atún rojo nos han llevado a apostar por mejoras en los procesos de pesca y extracción, adaptando esta técnica a la realidad actual.
“La esencia se mantiene, pero todo ha mejorado. Ahora la maquinaria es más moderna y eficaz y el animal no sufre, pues colocamos el bienestar animal por encima de todo, en consonancia con los parámetros de la Unión Europea”, explica nuestro compañero David Martínez, responsable de la almadraba. “También se aplican rigurosas medidas de prevención de riesgos laborales, facilitando las condiciones de los almadraberos”, añade.
La innovación también se traslada al trabajo que llevamos a cabo en tierra. “Hemos incorporado grúas y cubas en nuestras embarcaciones para refrigerar el pescado y hacer las tareas más sencillas a nuestros profesionales. Sin duda, nuestras almadrabas son una muestra de cómo tradición e innovación pueden combinarse en beneficio del consumidor y del mercado”, cuenta Martínez.
Todo ello, sumado a la creciente demanda de atún rojo, considerado un manjar gastronómico, ha posibilitado que la almadraba sea un generador de empleo y una referencia en la economía. Una actividad en la que hemos demostrado que tenemos mucho que decir y que ofrecer y en la que ya hemos generado un impacto directo en más de 1.500 familias, así como en diversas empresas auxiliares, complementarias o de exportación.